Inmunidad innata
Los microorganismos o toxinas que consigan entrar en un organismo se encontrarán con las células y los mecanismos del sistema inmunitario innato. La respuesta innata suele desencadenarse cuando los microbios son identificados por receptores de reconocimiento de patrones, que reconocen componentes que están presentes en amplios grupos de microorganismos, o cuando las células dañadas, lesionadas o estresadas envían señales de alarma, muchas de las cuales (pero no todas) son reconocidas por los mismos receptores que reconocen los patógenos. Los gérmenes que logren penetrar en un organismo se encontrarán con las células y los mecanismos del sistema inmunitario innato. Las defensas del sistema inmunitario innato no son específicas, lo cual significa que estos sistemas reconocen y responden a los patógenos en una forma genérica. Este sistema no confiere una inmunidad duradera contra el patógeno. El sistema inmunitario innato es el sistema dominante de protección en la gran mayoría de los organismos.
Inmunidad adaptativa o adquirida
El sistema inmunitario adaptativo evolucionó en los vertebrados primitivos y permite una respuesta inmunitaria mayor, así como el establecimiento de la denominada "memoria inmunológica", donde cada patógeno es "recordado" por un antígeno característico y propio de ese patógeno en particular. La respuesta inmunitaria adaptativa es específica de los anticuerpos y requiere el reconocimiento de antígenos que no son propios durante un proceso llamado "presentación de los antígenos". La especificidad del antígeno permite la generación de respuestas que se adaptan a patógenos específicos o a las células infectadas por patógenos. La habilidad de montar estas respuestas específicas se mantiene en el organismo gracias a las células de memoria. Si un patógeno infecta a un organismo más de una vez, estas células de memoria desencadenan una respuesta específica para ese patógeno que han reconocido, con el fin de eliminarlo rápidamente.
Memoria inmunológica
Cuando las células B y T son activadas y comienzan a replicarse, algunos de sus descendientes se convertirán en células de memoria con un largo periodo de vida. A lo largo de la vida de un homosapiens, estas células recordarán cada patógeno específico que se hayan encontrado y pueden desencadenar una fuerte respuesta si detectan de nuevo a ese patógeno concreto. Esto es "adaptativo" porque ocurre durante el tiempo de vida de un individuo como una adaptación a una infección por ese patógeno y prepara al sistema inmunitario para futuros desafíos. La memoria inmunológica puede ser pasiva y de corta duración o activa y de larga duración.
Inmunidad pasiva
La inmunidad pasiva es generalmente de corta duración, desde unos
pocos días a algunos meses. Los recién nacidos no han tenido una
exposición previa a los microbios y son particularmente vulnerables a
las infecciones. La madre les proporciona varias capas de protección
pasiva. Durante el embarazo, un tipo particular de anticuerpo, llamado IgG,
es transportado de la madre al bebé directamente a través de la
placenta, así los bebés humanos tienen altos niveles de anticuerpos ya
desde el nacimiento y con el mismo rango de especificidad contra
antígenos que su madre. La leche materna
también contiene anticuerpos que al llegar al intestino del bebé le
protegen de infecciones hasta que éste pueda sintetizar sus propios
anticuerpos.
Todo esto es una forma de inmunidad pasiva porque el feto,
en realidad, no fabrica células de memoria ni anticuerpos, sólo los
toma prestados de la madre. En medicina, la inmunidad protectora pasiva
puede ser también transferida artificialmente de un individuo a otro a
través de suero rico en anticuerpos.
Inmunidad activa e inmunización
La memoria activa de larga duración es adquirida después de la
infección, por la activación de las células T y B. La inmunidad activa
puede ser también generada artificialmente, a través de la vacunación. El principio en que se basa la vacunación (también llamada inmunización) consiste en introducir un antígeno
de un patógeno para estimular al sistema inmunitario y desarrollar
inmunidad específica contra ese patógeno particular sin causar la
enfermedad asociada con ese microorganismo.
Esta deliberada inducción de una respuesta inmunitario es efectiva
porque explota la especificidad natural del sistema inmunitario, así
como su inducibilidad. Siendo la enfermedad infecciosa una de las causas
más frecuentes de muerte en la población humana, la vacunación
representa la manipulación más eficaz del sistema inmunitario que ha
desarrollado la humanidad.
Casi todas las vacunas virales están basadas en virus vivos
atenuados, mientras que las vacunas bacterianas están basadas en
componentes o fragmentos no celulares de bacterias, incluyendo
componentes inofensivos de toxinas. Dado que muchas vacunas derivadas de antígenos acelulares no inducen
una respuesta adaptativa lo suficientemente fuerte, a la mayoría de
vacunas bacterianas se les añaden coadyuvantes que activan las células
del sistema inmunitario innato presentadoras de antígenos para potenciar
la inmunogenicidad.
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