Los primeros
que se ocuparon de este tema fueron los pensadores de la antigua Grecia, entre
los que destaca Aristóteles, que sostenía la idea de la GENERACIÓN ESPONTÁNEA,
según la cual los seres vivos provenían directamente del barro, del estiércol y
de otras materias inertes sin sufrir ningún tipo de proceso previo,
simplemente aparecían.
Fue a finales del s. XVII cuando comenzó a
cuestionarse la idea de la generación espontánea, especialmente a partir de los
trabajos de Francesco Redi (1626-1698).
La
fabricación del primer microscopio por Anton van Leeuwenhoek (1632-1723)
permitió descubrir los seres microscópicos, que fueron al final los que
ayudaron a rechazar la idea de la generación espontánea.
Louis Pasteur
(1822-1895), demostró, por un lado, que los microorganismos se encontraban por
todas partes y provocaban la descomposición de los alimentos y muchas
enfermedades humanas, y por otro lado demostró que la generación espontánea no
existía
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